21 marzo, 2011

Así que cada vez que este temor,
el eterno temor que tiene nuestro rostro
nos asalta, gritamos invocando el pasado
– invocando un pasado que jamás existió –
para creer al menos que de verdad vivimos
y que la vida es más que esta pausa inmensa,
vertiginosa,
cuando la propia vocación, aquello
sobre lo cual fundamos un día nuestro ser,
el nombre que le dimos a nuestra dignidad
vemos que no era más
que un desolador deseo de esconderse.

Jaime Gil de Biedma,
Compañeros de viaje (1965)



Cuando Kenit responde por James mientras el agua caliente de la ducha enfría el ascua encendida del deseo, no queda más que tirarse al sumidero de ese abismo triangular que nace en la llanura marciana de tu zurda; entre la perrera y el motel, la salida de incendios de una pasión desbocada que presume desde la atalaya de su anular infinito... Sigue golpeándome, Ariadna: Aún sigo vivo: más vivo, soberbio como el felino y como tu pulgar. Y hay que jugar... Yo apuesto una mano que no dice nada. Me quedo a mi hermano, a mis niñ@s de entre semana y al secreto que no se debe revelar. El resto está en la mesa. Tú eliges la habitación y el arma.



Muerto Teseo, solo queda por ver si consigues domar al Pasifaeda.




1 comentario:

Magenta dijo...

Algunas veces de las yemas de los dedos me brotan haces de luz que proyectan palabras en la noche y me barnizan los pies de sol. Habitación 128. Al final del laberinto de paredes negras. Voy armada hasta las cejas de destellos. Voy dispuesta a vaciar el cargador hasta caer muerta.