31 marzo, 2011

Ni la puerta ni cien candados

La puerta negra (Los tigres del norte)


La última era una mujer bonita. La esposa del cliente. Pagó bien. Viniendo de Choka-mán, con un cuerno de chivo en el cinto y una 45 en la bota, con un poco de desdén y los pantalones bien puestos, matar no es mala chamba. …


“Sabes bien, flaco, que la traición no es buen negocio cuando se apuesta la vida”. Ella era bonita, pero sabía demasiado. Aquello mueve montañas de plata. El cliente se apuesta la vida. No está dispuesto a ponerse de saldo. Y yo solo tenía que matarla.


Llevaba livais de los buenos y unas sandalias con el tacón más largo que el cañón de mi cuerno. Camiseta negra con los hombros descubiertos. Una gargantilla de plata náhuatl. El pelo recogido en una cola larga… Cuando pidió champagne en La Mulata, ella sabía cuál era su suerte, sin que hubiésemos cruzado aún una palabra. Pedí un tequila. Quité el seguro sintiendo el primer plomo en la recámara. Reímos inesperadamente y bebimos el primer caballito sin dolores. “Esta noche morimos, prietita”… dije, “déjate de pendejadas”, respondió la muy perrona. Un cigarro. “Hace tiempo que yo ya me rifé el cuero”.




El cliente aparece desconsolado en la portada del diario. El tiser de la nota dice que la mujer se vio sorprendida por una balacera de bandas cuando volvía en la pick-up a casa. Me queda un federal esta semana, niña. Después libro y te llevo al cine a ver 'Infierno'.

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