11 octubre, 2011

Resaca marrakeshí




Nueve de octubre de mil novecientos ochenta y uno. Nueve y uno, diez; más uno, más nueve, más ocho, más uno... veintinueve: dos y nueve, once... Sí, eso, 11... eres un endecasílabo perfecto, el verso que trato, noche tras noche, de rimar; el cuento de nunca acabar; el uno más uno que hacen ese dos de tu escote, del verde imposible que se esconde en tus ojos inquisidores (un paso por delante siempre de los ojos que te miran y suspiran...), la dupla que añoramos y el deseo que confiamos se haga realidad... ¡¿Quién se follara a esa rubita, madre mía?!, ¿a quién le permita quedarse a su lado para hacer de la vida un rato, sin ratones y sin gatos, tendiendo a infinito y jugando a la inmortalidad? ...30 años, rubita, quién lo diría hace tanto... treinta que es un tres, hoy nueve, con el mundo del revés y la certeza de tu compañía... ni yo me lo creía, ni el chikitín sabía que a estas alturas el mundo seguiría sonriéndonos así: Diciéndonos que nuestro hogar está en Madrid, que nuestro curro se llama “aprender-a-vivir”, y que una familia no necesita de sangre compartida sino de este sabernos sobre el mismo suelo, apostando por el mismo cielo, jugando a ser dioses e infiernos, pero juntos, sea lo que sea el tiempo, en esa belografía que escribe el que se sabe feliz: Es tu cuento, rubia. El nuestro. Los 30 años de postales sin remite ni destinatario que hoy escribimos y cantamos: Tu regalo. El nuestro. Invenciones y recuerdos que son nuestros y de nadie, lo anodino que borra el viento, la eternidad de algunos momentos, la gozada de haberlo vivido y el lujo de saber que fue contigo. Pies de foto, mi niña, recuento de otros otoños en los que, cabezona, ha venido floreciendo siempre una misma historia: La tuya... la nuestra.

1 comentario:

h i l i a n d o dijo...

todo "all right" y por lo que leo tú también. que dure, por favor.