Llaqtay puyus katatachkan
warmikunapa llaki puyu sonqonwan tupaykuspa.
¡Ama katataychu, llaki,
kunturpa sombranmi hamuykuchkan!
(...)
Ama katataychu;
manan yawarchu
manan auki wamanichu;
Intipa kanchariyninmi kuntur rapranpi hamuchkan.
* Versos del poema 'Katatay', escrito en quechua por el poeta peruano Jose María Arguedas
("Dicen
que tiembla la sombra de mi pueblo; / está temblando porque ha tocado
la triste sombra del corazón de las mujeres. / ¡No tiembles, dolor,
dolor! / ¡La sombra de los cóndores se acerca! (...) No tiembles, no
estés temblando; / no es sangre, no son montañas, / es el resplandor del
Sol que llega en las plumas de los Cóndores")
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En la concepción del tiempo / Historia, hemos asumido, hijos de lo hebreo y lo grecolatino, un decurso lineal y progresivo, con un intercambio de tendencias pendular: tiempos de revolución seguidos de conservadurismo, seguidos de revolución, seguidos de conservadurismo... Acumulación de saber seguida de una explosión de nuevo conocimiento ¿no? Y, entonces, ¿hasta qué punto lo pendular se aleja de esa visión circular del tiempo que tanto me enseñó el mundo indígena americano?, ¿hasta dónde se diferencian las justificaciones en espiral, arabescos y rizomas de la 'cultura moderna' nacida entre postilustrados y románticos europeos, de ese círculo de ciclos que en México dividió la historia en Soles, por ejemplo?
Y, ¿a qué viene este reflejo de espejos sobre el abstracto de la cuarta dimensión?, ¿por qué tanto interrogante?
Porque tres de las componentes de un grupo neopunk ruso, las Pussy riot ("motín de coños" me gusta más, que no siempre suena mejor al oído lo sajón), acaban de ser condenadas a dos años de prisión por realizar un acto de poesía vandálica en el interior de la Catedral del Cristo Redentor, un templo ortodoxo moscovita (edificio hortera donde los haya, por cierto, reconstruido por orden de Boris Yeltsin en 1994, después de que hubiera sido dinamitado por Stalin en el 31, con la intención de levantar un mastodóntico monumento a los soviets que nunca llegó a concluirse... conservadurismo, revolución, conservadurismo...).
Siempre he concebido el punk como una guerrilla cultural de jóvenes encabronados con el mundo que sus mayores pretenden que perpetúen. Un ejército armado de provocación que muestra la cara oculta de la mercadotecnia del sistema. Tiene una vertiente violenta contra la violencia ideológica, claro que sí, que atemoriza a los mogigatos y sirve de espolón a demagogos de cualquier familia. Pero ése no era el caso de estas chicas: Estas jóvenes moscovitas solo se dedicaron a interrumpir un oficio religioso, bailar y grabar su baile, mientras simulaban reventar guitarras eléctricas y cantaban un lema contra el, otra vez, presidente ruso, ese Vladimir Putin que es la cara visible del poder de la mafiadura que tiraniza la Rusia postsoviética.
Dos años de cárcel por vestir de colores, tocar música estridente y denunciar su impotencia ante el dominio oligárquico de un país que soñó con ser el primer jardín justo del mundo y lleva casi un siglo apuntalado con parches, lleno de fisuras, injusticias y diferencias sociales abismales...
¡¡730 jodidos días privadas de libertad por poner color y música a una reivindicación!!
¡¡¡Dos putos años robados por hurgar donde más duele, por ser un guerrillero de la cultura, entendida no como la línea oficialista de las tradiciones nacionales o los subproductos de obsolescencia programada del opio para masas, sino como expresión creativa del sentir popular!!!
Y por ahí arrancan mis interrogantes sobre el tiempo... mi red de conexiones y taras viaja por relatos y edades de leyenda: La morena quiere un gorro largo de lana de color y armar un motín de coños en Madrid y, mientras me lo cuenta, veo uno de esos gorros en mi memoria, la máscara de lana de los Ukukus, los semidioses oso-hombre de la mitología quechua.
Encontré unas máscaras similares en Cusco, durante la celebración del Inti Raymi 2010 y, aunque las primas limeñas que me recibieron por aquellas tierras me lo presentaran como "El demonio de los Andes", pronto aprendí que el Ukuku era algo bien diferente: Ni esta máscara con bigote era un diablo, ni una joven punk es una delincuente.
Los Ukukus, osos de los montes andinos, tienen una vertiente mítica que, cada año, se encarna durante las danzas del Qoyllorit'i ("Estrella de las nieves", en quechua). Cuenta el mito que un gran oso raptó a una bella mujer en una de tantas aldeas andinas, la tomó como pareja y engendró al primer hombre-oso. Este ser híbrido, el Ukuku, semidios mitad animal y mitad hombre, fue capaz de liberar a su madre en una lucha mortal contra su padre pero, a diferencia de lo que ambos creían, al volver al hogar materno entre los hombres, la liberación de aquella mujer cautiva no solo no fue celebrada, sino que, atemorizados por el aspecto, la voz y la fuerza del híbrido, el Ukuku fue expulsado de nuevo a las cumbres, condenado por el pánico de los hombres. Solo. Allí permaneció solo hasta que el Inti (el sol), apiadándose por su destino trágico, le convirtió en uno de sus mensajeros. Uno de sus "ángeles".
En las danzas indígenas del Qoyllorit'i, el Ukuku, guardián ya de las montañas sagradas y mensajero del sol, es la única fuerza capaz de poner freno al caos del humano.
Cuando el caos se vende como sistema, cuando lo irracional de un planeta de "naciones democráticas organizadas según el modelo del estado del bienestar en el marco de un sistema capitalista global" se ofrece como el modo único e inevitable con el que concluirá la historia (el culmen del progreso, sí!) y, más allá del mainstream, no solo millones de individuos mueren de hambre y enfermedades, sino que, además, la gente del propio sistema ve aumentar sus frustraciones, ve aumentar sus deberes a costa de sus derechos, ve aumentar sus falsas necesidades a costa de la ocultación de su sentir más íntimo... entonces vienen unas Ukukus moscovitas a gritar con colores la realidad del sistema.
Cae el péndulo del lado del conservadurismo reaccionario. Colores, bailes y proclamas críticas se castigan por orden de los criticados. El círculo arranca. Es el momento en el que el oso rapta a la mujer. Es el momento en el que el hombre expulsa la novedad. El momento del miedo...
...pero, cuidado, ya han empezado a acumularse los saberes nuevos, ya han empezado a gestarse los nuevos hombre-mujeres, ya ha empezado el motín de coños: Llega la hora de los valientes, y ni putines ni viejos prostituidos podrán detener la fuerza del tiempo.