(...y una pila de cigarros)
Cegaron de un arañazo la pupila de la luna para que ni siquiera el destino pudiera verles. Dos animales (que son el mismo animal) burlaron la sal del mar y aprendieron juntos a caminar con un pie sobre el agua y, el otro, sobre la lava...
Olvidaron quiénes eran y dónde estaban. Perdieron de su diccionario la palabra "escenario" y aprendieron a coger manzanas de la palabra "pecado". Construyeron un bosque de papel asegurado contra cualquier tipo de incendio, y lo llamaron "paraíso".
Armaron el viento con faldas negras para esconder el día y todo se hizo noche. El río de la ciudad se convirtió en una lengua opaca de tequila y en los jardines crecieron magnolias moradas. No hubo más amaneceres, no hubo más muertos ni más palabras que el silencio: Ellos, dos felinos insurrectos, reivindicaron el vacío de la impresión en suspenso.
Avanzaron, entonces, una línea más allá de la línea del horizonte, inventaron el último idioma que cerraba el círculo para decirse lo que ninguna palabra antes pudo expresar. Quemaron, ahora sí, la piel de la fruta y el solar de sus raíces: Acabaron a mordiscos con la pulpa del purgatorio.
Y, finalmente, al llegar de vuelta al mar, volcaron sobre la espuma hasta la última gota de sangre, conscientes de que ya solo el labio estaba vivo. La luna regresó sola, sin aviso alguno, para beberse el último susurro antes de que el alba descubriera dos cadáveres hechos uno.
1 comentario:
Precioso...
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