27 marzo, 2012

Universo digital

  





Siempre lo he intuido. 

Desde muy pequeño. 

Creo. 




El sabor de las cosas pronto estuvo, no en la cosa misma, sino en mi dedo una vez mojada con él la cosa: Chuparse el dedo para saber a qué sabe lo tocado: Esa era la estrategia. Fiarse de las fronteras de uno para conocer la esencia de lo otro sin desarmarse. A cubierto. Protegido por la extensión de la mano. Y del antebrazo. Y del brazo. Lejos el corazón, la bragueta, el estómago y la cabeza, que es donde uno intuye, desde muy pequeño, que reside en esencia lo que uno es.

Y sucedió con el olor. Rascarse y oler el dedo para saber a qué huele uno. Hacer una bola de plastelina y oler el dedo y a ver a qué huele eso que podía ser esquemáticamente cualquier cosa... Y sucedió con la temperatura. Y sirvió para huir de lo que quema. Y para averiguar que es capaz el hielo también de quemar. Y para descubrir pronto que nada es tan diferente de nada, ni siquiera de sus contrarios. 

Y sirvió, mmmmmmmmmm, para darse gusto en la cabeza, en la barriga y en la bragueta... 

Y para revivir el corazón. 

Uno tras otro, los dedos... 


Y la intuición se hizo burocracia. Y, de ahí, realidad compartida. Porque fueron precisamente esos apéndices quienes decían que yo era yo en una ficha policial de control que, no sé si como acrónimo, lenguaje controlado o despiste galicista, me enseñaron a llamar "carné": Los demás, protegidos tras sus dedos, no querían saber de mí más que los míos. Perseguido por la ignorancia del ser, resultó que la identidad de mi cuerpo figuraba en ese espacio fronterizo y suburbial del extremo digital... el mismo espacio de donde nacen las cosquillas, el mismo puente hacia la creación de la palabra escrita, el mismo instrumento con el que sigo la línea de un texto impreso o exploro la geografía de tu cuerpo... 



((Por eso los buenos ladrones llevaban guantes negros de piel. Para ser invisibles. Y por eso las mujeres de la película esa de mamá de Sissí Caraperdiz cubrían sus manos bajo guantes satinados, a pesar de llevar medio pecho al aire bien embutido y levantado. No hacía frío, se escondían aquéllas para no mostrarse a quien no quisieran. ¿Será por eso el baile de Gilda tan erótico?, ¿desnudarse las manos proyecta mejor que ningún otro El Desnudo?))



...y ahora te meto el dedo en la boca y sé que soy tan parte de ti como tú de mis dedos. Te meto el dedo en la boca y lo muerdes y lo lames y averiguas a qué sé en la frontera misma de mi ser que es en ese instante tuya. Y, aún húmedo de ti, ese mismo dedo baja delineando el perfil inferior de tu labio, hasta la barbilla, hasta el centro del pecho después, hasta el ombligo, hasta tu coño humedecido también. Y lo meto dentro de ti hasta formar parte del centro mismo de tu cuerpo. Desde los límites del mío. Hasta el principio de ti. Y al salir, conocida la quemadura que eres al otro lado de la piel, te huelo y saboreo en la superficie de mi núcleo identitario. Y sé quién eres. Y lo sé en mí. Algo que faltaba. Algo que debía haber. Como siempre había intuido. Desde muy pequeño. En la frontera difusa de lo que aún soy y donde tú empiezas a ser. La única posibilidad de un nosotros. En un dedo. Creo.


21 marzo, 2012

Paisaje de un marzo otoñal

  

 


Cordilleras 
de hueso y piel, 
por la ruta 
de los cuerpos de luz, 


 

 




 en un día gris de tierra seca 
y dura 
por la A-1, 

mientras brotan en las cunetas 
calas blancas que se niegan 

a ser siervas 
-¡Ay, Marcela!-
en la sierra 
de Madrid.



 





Entonces,
en un momento inesperado,
un bosque de otoño 
me mira en marzo 
deshojándose 
desde tu labio


 



para evocar en lo más profundo de tu boca 
el lema de aquel muro bonaerense:
  
"Cambiaste el paraíso de Dios 
por el paraíso entre mis piernas"...





......................

y



que

hice

cuanto

se debía

hacer

para

ser



y




TU SANGRE

.....................................

20 marzo, 2012

Planes

Faltan menos días. Y queda pendiente subir al circo para abrazar al chikitín. Y volver a pedir a Alemania la regleta de Ivory Pine con veta vertical para cubrir el hueco entre el lavavajillas y la encimera. Y negociar el servicio de wi-fi con la teleoperadora deslocalizada en algún punto de la América meridional, después de que los vecinos dibujaran en su router el candado de un penal. Y descubrirle un nuevo liguero a la rubia, mientras buscamos entre copas la teoría definitiva prospectiva-ficcional que dé respuesta a las preguntas que no sabemos formular. Y mover el sofá. Y pasar el aspirador por el espacio ignoto que debería abrirse al universo tras el desplazamiento precedente. Y comerle la oreja a Fi para que me escriba una canción, ahora que su tímpano vuelve a estar sujeto con superglue de ese de Loctite. Y tirar los cascos de Alhambra 1925 que se acumulan en el tendedero. Y no comprar no comprar no comprar no comprar libros hasta el 1 de abril -marzonegrodeloscojones-. Y celebrar de cañas por Alcalá el cumpleaños de los cumpleañeros. Y acertar con un par de migas de pan en el hoyo 5 que, con suerte, exhibirá la Princesse en el canalillo. Y arrancar con la ponencia sobre procesamiento de lenguaje controlado y traducción automática antes de poner el primer pie en Bolonia. Y echarle una cucharada menos de miel al tazón de la mañana y nadar un largo más sin pararme a respirar antes de compartir trozos de pulmón con mis compañeros de creíquenoperomedejoelalmaennatacion. Y dormir de vez en cuando con el pequeño. Y vivir de vez en cuando con el pequeño. Y ser con Ser de vez en cuando, mi pequeño. Y jugar a los masters del pluriverso y rebuscar en el baúl de la prosodia. Y comprar media docena de huevos L y 3/4 de litro de tequila. Y llamar a mi prima. Y presentarle mis respetos a John o hacernos una de un par de Walkers con motivo de la mani del jueves que viene no, el siguiente. Y lavar el coche. O confiar en que llueva mucho y rápido sobre el coche. Y abrir los tacos de la terraza para la hamaca. Y tender tus camisetas y tus bragas. Y retozar antes de cambiar las sábanas que aún huelen a ese híbrido de los dos capaz de acelerar el reloj cuando nos arrancamos a follar (que ya hacemos, mi amor, el resto del día el amor). Y envolverte en plástico de burbujas el corazón y jugar a comérnoslo juntos mientras masticamos las pompas industriales y su transparente clamor. Y seguir las líneas de arañazos que aún quedan en tu cuerpo. Y lamer las cicatrices que se ven y las heridas que ya has escondido. Y mirarme cuando me miras. Y mirarme en el lago tranquilo de tu ombligo. Y mirarte cuando no miras. Que faltan menos días y, con todo, sé que empezaré por el final porque es la única forma de no acabar. Faltan menos días para que todo se acabe y lo primero es volver a escribirte en el vientre un "mí único mapa está escrito en tu piel". Decidido.

16 marzo, 2012

φύλο

Tu aquí...


...yo allá...





...y algo en mi sangre hierve
hierve algo en tu sangre
algo en mí 
tú algo
fin
y
fin
principio
en mti de algo 
algo derramándose en ti
y algo en mí que se derrama...








TELEPATÍA
(τηλέ - πάθεια)
(lejos - sensación)



NO



TELESEXÍA




...y que ruede el mundo, que ruede...

14 marzo, 2012

Quiasmo

¡¡¡Mi amor...


              ...amor mío!!!


Y así, sin más, el verbo se hizo carne,
uno los complementarios,
y dos, la misma sangre:


¿quién dijo que la poesía no puede cambiar el mundo?


(cuando quieras, pobre ignorante, te paso un vídeo con dos amantes, 
a ver si el pluriverso es capaz de provocar un big bang?)

13 marzo, 2012

Apócrifo (11): IV.*


Primavera. A ti, ahora que olvidé tu gesto. A ti, a quien olvido cada noche, a quien olvidaré cada una de las noches de mi vida… con tal de renacernos. Brotaba el blanco en los arabescos de la fachada arcillosa del Cine Dore. De acanto sus corolas, seis columnas germinaron entre los muros encarnados del Dore y allí, en el centro, huésped de Santa Isabel, del terrizo de una maceta astillada y vidrio deslustrado, una pequeña galabardera ostentaba con soberbia volutas laberínticas empetaladamente blancas. 

Frente a mí, ladean la cabeza, escondidas tras el velo de su melena cana, indiferentes al tumulto del mercado. Tienen miedo de que mis ojos se conviertan en la jaula de los suyos. Teme la rosa el cadalso de mi avaricia y, trémula, se abandona a la brisa de abril, como el mayo que dejara el muchacho en la puerta de su amada. “Intentar atrapar la belleza de una flor es matarla”, dijo Ella. Y allí quedó, y su fantasma se sella en lo más hondo de mí, y viene conmigo, eternamente enhiesta, sublimemente viva y altanera, blanca de luz y carnosamente tersa…

Primavera. Habita en su parénquima toda promesa. Para mí. Y sigue ahí, más allá de la madre estéril del Bautista, y del rojo blanco de la hoguera del Dore. Más allá de la suspensión de Madrid, la esperanza de ti es mi escondite para no saberme nada. A ti, a quien por dejar allí, llevo conmigo. A ti, renacida joven galabardera, debo el despertar del frío y la sonrisa de mis horas venideras. 

(Imagen de este blog de fotografía)

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   * Texto recuperado del conjunto "Acuarelas y Aguafuertes (variaciones de una rosa en cuatro rincones modernistas de Madrid)", colección de estampas de inspiración Dariniana, obra de un estudiante de la asignatura "Modernismo hispanoamericano", curso 2011-2012, cuyo nombre me reservo. 

** Se quiebra el paréntesis a la luz, vertical y horizontal, de sus sonrisas. Vuelve el dormido, un año después del principio del sueño.