Primavera. A ti, ahora que olvidé tu gesto. A ti, a quien olvido cada noche, a quien olvidaré cada una de las noches de mi vida… con tal de renacernos. Brotaba el blanco en los arabescos de la fachada arcillosa del Cine Dore. De acanto sus corolas, seis columnas germinaron entre los muros encarnados del Dore y allí, en el centro, huésped de Santa Isabel, del terrizo de una maceta astillada y vidrio deslustrado, una pequeña galabardera ostentaba con soberbia volutas laberínticas empetaladamente blancas.
Frente a mí, ladean la cabeza, escondidas tras el velo de su melena cana, indiferentes al tumulto del mercado. Tienen miedo de que mis ojos se conviertan en la jaula de los suyos. Teme la rosa el cadalso de mi avaricia y, trémula, se abandona a la brisa de abril, como el mayo que dejara el muchacho en la puerta de su amada. “Intentar atrapar la belleza de una flor es matarla”, dijo Ella. Y allí quedó, y su fantasma se sella en lo más hondo de mí, y viene conmigo, eternamente enhiesta, sublimemente viva y altanera, blanca de luz y carnosamente tersa…
Primavera. Habita en su parénquima toda promesa. Para mí. Y sigue ahí, más allá de la madre estéril del Bautista, y del rojo blanco de la hoguera del Dore. Más allá de la suspensión de Madrid, la esperanza de ti es mi escondite para no saberme nada. A ti, a quien por dejar allí, llevo conmigo. A ti, renacida joven galabardera, debo el despertar del frío y la sonrisa de mis horas venideras.
(Imagen de este blog de fotografía)
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* Texto recuperado del conjunto "Acuarelas y Aguafuertes (variaciones de una rosa en cuatro rincones modernistas de Madrid)", colección de estampas de inspiración Dariniana, obra de un estudiante de la asignatura "Modernismo hispanoamericano", curso 2011-2012, cuyo nombre me reservo.
** Se quiebra el paréntesis a la luz, vertical y horizontal, de sus sonrisas. Vuelve el dormido, un año después del principio del sueño.
1 comentario:
Me agradó leerlo.
Un abrazo.
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