Cordilleras
de hueso y piel,
por la ruta
de los cuerpos de luz,
en un día gris de tierra seca
y dura
por la A-1,
mientras brotan en las cunetas
calas blancas que se niegan
a ser siervas
-¡Ay, Marcela!-
en la sierra
de Madrid.
Entonces,
en un momento inesperado,
un bosque de otoño
me mira en marzo
deshojándose
desde tu labio
para evocar en lo más profundo de tu boca
el lema de aquel muro bonaerense:
"Cambiaste el paraíso de Dios
por el paraíso entre mis piernas"...
......................
y
sé
que
hice
cuanto
se debía
hacer
para
ser
tú
y
y
sé
que
hice
cuanto
se debía
hacer
para
ser
tú
y
TU SANGRE
.....................................
2 comentarios:
me gusta tu final estrechito como un puñal, como para herir.
Abrazo.
si tú supieras, Kenit, si tú supieras...
...cómo hiere ese puñal, Señor Dormido.
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