Tiene cinco tatuajes arañándole el pecho.
El viento que nace a orillas del Sena tararea Knockin´ on heaven´s door, mientras mi noche oscura muerde las estatuas espejadas en la piel del río desde el puente de Alejandro III: Respiro una ciudad de mentira.
Soy tú que me miras, tú que me identificas con la sombra desorientada que ordena tus pasos. Pongamos, por ejemplo, que me llamo Horacio y que París (quizá Madrid) es el final (quizá el principio) de una madrugada que nació hace millones de años y debe acabar mañana.
La noche es un abismo. Arrebola anunciando tormenta. Hoy yo soy tú también: sonríe, miéntete y repite “Bacchum in remotis carmina rupibus vidi docentem*”. He visto a Baco revelando sus cánticos...
...y ya han quedado escritos en los cinco tatuajes que consumen tu pecho.
(*Oda XIX, Libro II. Horacio)
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