15, enero, 2021
Sé que pasan los días, y sé que el silencio genera más distancia que los mapas: Rutinas... de todo, menos salir a dar una vuelta... y no solo con ganas de Madrid, sino de llegarme a la Argentina y buscar por las calles el bar donde compartir un trago con mi morena.
La semana fue aburrida. Y molesta. Pocos interlocutores; inesperadas enfermedades y sustos médicos para un par de amigos muy cercanos (igualmente excesivos que su fiel, éste que escribe); hubo también una pieza teatralizada de los cuentos de Chejov, con el regusto triste y nostálgico del ruso, con ese algo de resignación que se te pega un poco a la piel y cuesta sacudirse; y la intuición de que se aproxima la gran broma final del sistema social... hacia la multitud y el no-estado??? …será el tequila y el hachís, no me hagas caso…
Y en medio yo, y mi YO, y las frustraciones de un rato, y los planes del siguiente. Las promesas incumplidas o repetidas con los de siempre y con alguno que de improviso se planta en la escena y nos sigue el texto hasta la caída de telón (...de una noche). Perder y ganar, como una larguísima ecuación en la que cambia el orden y los coeficientes pero la incógnita siempre aparece igual... constante indefinición… qué desastre resultan las madrugadas para escribir. Se parecen tanto, en el campo de batalla, el triunfo y la derrota… Sólo quería saludar, llegar hasta la otra isla y, por un ratito, inventarme que naufrago contigo.
Paulo
18, febrero, 2021
Antes que nada tengo una objeción: Sos demasiado encantador para estar tan lejos, así que te pido que intentes disimularlo un poco... Con todo, tuve una semana del carajo… Resulta que estoy cambiando de trabajo y nuestra burocracia (al mejor estilo soviético) me llevó de paseo por toda dependencia estatal posible. También tuve que pilotear varios abrazos con esos desconocidos que a fuerza de verlos todos los días uno termina queriendo... ¿Imaginás el cuadro enmarcado en un agobiante calor húmedo y una temperatura que roza la sensación de incendio?
Hay un diario sobre la mesa que no logro leer. En él descansan noticias iguales a las de ayer: el mundo desangrado de forma absurda. Pero yo estoy perdida en un sano egoísmo que me lleva a preguntar cuáles son las mejores armas para combatir la distancia; cómo se atrapa el tiempo en algún recuerdo naufragando en el fondo de una copa; y, sobre todo, si algún viento travieso será capaz de devolverte a estas callecitas plateadas que aún recuerdan tu olor bajo la Cruz del Sur… En esta ciudad siniestra como una mujer hermosa, hacés falta para despertar la mejor parte de mí.
Y es que aún dura la magia cuando me asaltan los recuerdos... Ayer me pasó algo muy extraño, pude volver a ver uno de mis barrios preferidos con ojos nuevos, como si no lo conociera. Queda lejos del centro, se puede llegar en subte o en algún bondi. Allá, avanzando lentamente por un bulevar desolado se llega al corazón de Chacarita. Hacia la izquierda se abre un parque inmenso, desde donde las ramas de los sauces se descuelgan puñados de niños correteando tras una pelota ("fútbol es fútbol"). Hacia la derecha se levanta la muralla infranqueable que contiene el cementerio más grande de la ciudad. En medio de los dos mundos el carromato se detiene y hay que decidir de qué lado de la calle bajarse: O la paz del silencio apacible y ceniciento, o el bullicio de la viva floresta... Ojalá esta tierra algún día te pertenezca, pero ten cuidado lindo, porque lo más probable es que vos termines perteneciéndole a ella. No es tan grave, ya verás... de hecho con una dosis diaria de ingenuidad y toneladas de buen humor, hasta se puede disfrutar a veces.... Y, si no, siempre podrás ocultarte en mi habitación...
Se acabó… Todavía colgando del bondi a Finisterre, tu recuerdo me asalta al doblar alguna esquina, tu risa me hace cosquillas en cualquier instante remoto... pero sobre todo de noche, mientras los destellos de luna se filtran por la ventana (“el niño la mira mira”) y te siento trepar sigiloso a través de las sábanas, y me duermo acunada en tu sabor a verano... y quizás no sea cierto… En fin, feliz San Valentín (acá mucho no se usa): Admite como regalo la promesa de guardar para vos el cupido que tengo tatuado en la cadera… un beso trasnochado que, entre tangos y bulerías, te inunde la boca de ron...
Sole
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