He vuelto a ver a la sirenita. Y sigue tan linda como siempre. Perdida en su laberinto y con todo el futuro por delante: Sé que el mundo le sonríe y que, pese al arañazo de las laparoscopias, ella no ha dejado nunca de nadar buscando la orilla de la felicidad.
Dos copas después, me traigo a casa mis apuntes en una servilleta de "provisiones matemáticas de pensiones" -omega menos x, para y contribuciones, referidas a las tablas de mortalidad y el tipo de interés legal-; y me traigo un paquete de chicles con signos de interrogación, y hasta una tarjeta de presentación, made in Comillas, con firma de niña y el dibujo de una sonrisa.
"Nosotros tenemos más pasado que futuro", me decía una eminencia en Ciudad Universitaria hace apenas unos días.
Yo, disculpe la soberbia, estoy encantado de mi presente: He vuelto al Japo de Jorge Juan. Y siguen sirviendo los mejores gintonics de Madrid.
(...aunque, para conseguirlos, siempre sea imprescindible la mejor de las compañías)
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