Escribir provoca verdaderos estragos en los que escriben, y auténticas epidemias entre quienes leen. Es una de las puñeteras maneras más progresistas de perder el tiempo que existe. Todo lo escrito y lo leído cambia algo que ya no vuelve a ponerse como estaba antes. Para bien o para mal, que entiendo lo de progresar como un desplazamiento, pero no necesariamente hacia adelante. Tampoco tengo muy claro cómo valorar dónde coño está delante o detrás -ya me cuestan la izquierda y la derecha... Ayer hubo guardia y, por eso, mañana será "miércoles"/martes y, por tanto, sábado: Toca tertulia en el calvo. Ayer hubo guardia y perdí algunos ratos con EPS. Este texto aparece en la página de Javier Cercas: "...autoficción, palabra pedante con que suele designarse una modalidad literaria que consiste en convertir en ficción la propia vida. Claro que toda ficción es en el fondo autoficción, en la medida en que toda ficción parte de la propia experiencia para convertirla en conocimiento, elevando lo particular a universal; pero en lo que suele denominarse autoficción se da una fusión aparente entre la biografía del autor y la del protagonista de la ficción". Por mucho que me hablen del 'yo lírico', hay quien, rendida, terminó por llamarme 'positivista'. Escribir es mentir. Sin más. Mentiras. Por eso hace falta cierta vocación suicida y, quizá vayan unidas, cierto afán exhibicionista. Exhibición de quien no es como escribe (fuera de ahí vive, y eso es otra cosa), y exhibición del lector que se desnuda para que le muevan. Aunque sea más peligroso, merece mucho más la pena ver, escuchar, tocar... eso que hemos convenido llamar 'v-i-v-i-r'. Y puede que por eso merezca abandonar en este punto la entrada y volver al texto de Cercas para el final:"Dado que esto es lo que ha sido de nosotros, a lo más que podemos aspirar es a aguantar el tipo con un mínimo de dignidad y con un máximo de amigos y de humor".
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