no es que el silencio de los corderos, de tanto no recordar los sueños, se haya hecho realidad y me dé por desear Clarises mientras, al más mínimo despiste, me hago un filetito de corazón humano como elogio psicopático a la belleza;
no, mi complejo de Anibal esta noche remite a otro mito: Cuando parece que el mundo es un bucle y, tras una sucesión de desastres, todo se resuelve, me enciendo un cigarro picadito y me despido del día con un "Me encanta que los planes salgan bien".
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