Sucede.
Suceden cosas.
Lo normal es que pasen cosas.
- "Morena, ¿estás vestida?"
- "Sí, claro... en casa, yo qué sé, con ropa fresquita..."
- "Vístete y prepara un cigarrito de esos de liar con picadura sorpresa. En siete minutos estoy en tu portal."
Un Civic cruza entonces Raimundo Fernández Villaverde mientras una mastodóntica Eva González con vestidito de flores dice en la fachada del Corte Inglés que "le encantan las rebajas". Semáforo en rojo. "¡A mí lo que me encantan son sus dos sonrisas, Eva!, ¡tú no has visto a esa morena!". Verde.
Quedan cinco minutos.
La tarde ha empezado en un local de ensayo: Un proyecto para un disco de 13 temas. La sección instrumental está casi terminada, y los chicos piden texto y voz. Pero nada de vocalistas: Un rapsoda. Eso sí, el previsible escritor y rapsoda exige ritmo. "Esto tiene que arrancar muy arriba, muy muy arriba... Es el pelotazo que te entra cuando le arrancas el primer beso a la morena, ¿sí?... y de ahí nos volvemos a la tierra... despacio, con una subida de tensión sostenida, muy despacio: sonidos y seducción elegante: diálogo contenido. Hasta recuperar el pinchazo de la intro y desde ahí ya no paramos, desde ahí hay que subir y subir y subir y subir... es un polvo, señores, es una estructura narrativa nacida de lo sentimental, una jodida búsqueda extática que nos sofoque, que nos haga sudar, que nos obligue a dejarnos las tripas, y subir y subir y subir y subir hasta lograr abrir un arañazo en la superficie del océano, para, allí, mientras vuelven a llenarse los pulmones y a cicatrizarse las heridas abiertas en las cuerdas del bajo y de la guitarra, dejar que el teclado llene el horizonte, que lo aleje y lo aproxime como cuando uno mira correr un río... cerrar después con los mimos del que regresa y, cuando parece que nada queda, una coda, una coda fuera de lugar, disonante, de a poco, de..." Todo eso sucede en un local de Vallecas. Entre caballitos de tequila y cerveza.
Y cuatro horas más tarde solo quedan dos minutos.
- "Morena, ¿estás?"
- "Bajo".
Y baja:
Aparece una amazona con la melena encendida.
Una sirena que trasmina la noche, desde el portal hasta el coche, creando olas en el aire con el movimiento del culo al caminar.
- "Guapa" - . Sonrisas. Un vestido hasta medio muslo. Escote recto. Hombros desnudos. - "Te llevo a la playa"
- "Quizá sea mejor quedarnos un poco antes... creo que estás un bocomorrasshoo"
- "A la playa, morenita, te llevo a la playa a deshacernos... que no puedo, que me rompo, que quiero romperte, beberte y deshacerte... que quiero batirte y batirnos, a hostias y a mordiscos, batirnos en duelo, primero, y batirnos después, entre las hélice del tiempo, batirnos hasta licuarnos y ser sangre de la misma sangre hecha una sangre sola... ¡¡FELICES!! Mira, escucha:"
Suceden cosas.
Lo normal es que pasen cosas.
- "Morena, ¿estás vestida?"
- "Sí, claro... en casa, yo qué sé, con ropa fresquita..."
- "Vístete y prepara un cigarrito de esos de liar con picadura sorpresa. En siete minutos estoy en tu portal."
Un Civic cruza entonces Raimundo Fernández Villaverde mientras una mastodóntica Eva González con vestidito de flores dice en la fachada del Corte Inglés que "le encantan las rebajas". Semáforo en rojo. "¡A mí lo que me encantan son sus dos sonrisas, Eva!, ¡tú no has visto a esa morena!". Verde.
Quedan cinco minutos.
La tarde ha empezado en un local de ensayo: Un proyecto para un disco de 13 temas. La sección instrumental está casi terminada, y los chicos piden texto y voz. Pero nada de vocalistas: Un rapsoda. Eso sí, el previsible escritor y rapsoda exige ritmo. "Esto tiene que arrancar muy arriba, muy muy arriba... Es el pelotazo que te entra cuando le arrancas el primer beso a la morena, ¿sí?... y de ahí nos volvemos a la tierra... despacio, con una subida de tensión sostenida, muy despacio: sonidos y seducción elegante: diálogo contenido. Hasta recuperar el pinchazo de la intro y desde ahí ya no paramos, desde ahí hay que subir y subir y subir y subir... es un polvo, señores, es una estructura narrativa nacida de lo sentimental, una jodida búsqueda extática que nos sofoque, que nos haga sudar, que nos obligue a dejarnos las tripas, y subir y subir y subir y subir hasta lograr abrir un arañazo en la superficie del océano, para, allí, mientras vuelven a llenarse los pulmones y a cicatrizarse las heridas abiertas en las cuerdas del bajo y de la guitarra, dejar que el teclado llene el horizonte, que lo aleje y lo aproxime como cuando uno mira correr un río... cerrar después con los mimos del que regresa y, cuando parece que nada queda, una coda, una coda fuera de lugar, disonante, de a poco, de..." Todo eso sucede en un local de Vallecas. Entre caballitos de tequila y cerveza.
Y cuatro horas más tarde solo quedan dos minutos.
- "Morena, ¿estás?"
- "Bajo".
Y baja:
Aparece una amazona con la melena encendida.
Una sirena que trasmina la noche, desde el portal hasta el coche, creando olas en el aire con el movimiento del culo al caminar.
- "Guapa" - . Sonrisas. Un vestido hasta medio muslo. Escote recto. Hombros desnudos. - "Te llevo a la playa"
- "Quizá sea mejor quedarnos un poco antes... creo que estás un bocomorrasshoo"
- "A la playa, morenita, te llevo a la playa a deshacernos... que no puedo, que me rompo, que quiero romperte, beberte y deshacerte... que quiero batirte y batirnos, a hostias y a mordiscos, batirnos en duelo, primero, y batirnos después, entre las hélice del tiempo, batirnos hasta licuarnos y ser sangre de la misma sangre hecha una sangre sola... ¡¡FELICES!! Mira, escucha:"
Y suenan en el parque las risas.
- "¿Por qué no vamos entonces a la casita a adorarnos, morenito?".
Y sucede.
Vuelve a suceder.
Enciende el cigarrito aún en el interior del coche, y le regala el humo bañado en breves / leves caricias con los labios. "...pasa para mi casa que ya te tengo loco de amor..."; "y me pongo a jugar con sus braguitas rosas... aquí lo normal es que pasen cosas". El aire de la madrugada mueve los árboles frente a su casa. Él hace equilibrios en la acera y soporta su figura apoyado en la mano de la morena. No hay viento que pueda con ellos.
- "¿Bailas?"
- "Anda, pues claro".
Y bailan.
Y él le agarra el culo.
Y bailan mientras bailan en torno a ellos las aceras.
Y él le pide que le enseñe el culo.
Y se distancia cuatro pasos.
Y ella se levanta la falda, tan elegante como discreta.
Y ahora son sus ojos los que bailan en la superficie cálida de esa piel revelada.
Rebeldes.
Desobedientes.
Felices frente al desahucio que pretenden los amargados.
- "¿Por qué no vamos entonces a la casita a adorarnos, morenito?".
Y sucede.
Vuelve a suceder.
Enciende el cigarrito aún en el interior del coche, y le regala el humo bañado en breves / leves caricias con los labios. "...pasa para mi casa que ya te tengo loco de amor..."; "y me pongo a jugar con sus braguitas rosas... aquí lo normal es que pasen cosas". El aire de la madrugada mueve los árboles frente a su casa. Él hace equilibrios en la acera y soporta su figura apoyado en la mano de la morena. No hay viento que pueda con ellos.
- "¿Bailas?"
- "Anda, pues claro".
Y bailan.
Y él le agarra el culo.
Y bailan mientras bailan en torno a ellos las aceras.
Y él le pide que le enseñe el culo.
Y se distancia cuatro pasos.
Y ella se levanta la falda, tan elegante como discreta.
Y ahora son sus ojos los que bailan en la superficie cálida de esa piel revelada.
Rebeldes.
Desobedientes.
Felices frente al desahucio que pretenden los amargados.
Our yesterday (**)
Espera arriba la gata. Y un tinto de verano. Y un par de cigarritos últimos. -Secuencia impresionista: Un masaje con gel verde de aloe vera. La alarma para mañana. Los dragones del sueño. Las últimas luces de la ciudad. Dormir en un abrazo sobre una misma ilusión. Otro día más-. Ella podría llamarse Eva. Y él bien podría ser Adán.
Porque las cosas pasan.
Porque ella sucede.
Porque Dormido quiere convenceros de que hay una revolución en marcha. De que se aproximan las casas. De que sonríen las caras. De que nadie ni nada va a devolveros privilegios absurdos de una sociedad (dicen) nacida para morir de consumo. PORQUE nada ni nadie puede robaros vuestro desnudo. Porque ser feliz no se piensa: no se planifica: no se estudia: no se construye: Se es. Y se es feliz como arma contra todo lo superfluo. Ser feliz... ser feliz... ser feliz... para que, cuando nos vean los infelices, los deshonestos, los envidiosos, los crueles, los vivos-muertos-y-consumidos, no les quede más remedio que sucumbir, presentar la rendición, extinguir sus linajes y dejar que vuelva a sonar la única canción posible en el viaje de una vida breve / leve... Como los besos, feliz viaje:
Porque las cosas pasan.
Porque ella sucede.
Porque Dormido quiere convenceros de que hay una revolución en marcha. De que se aproximan las casas. De que sonríen las caras. De que nadie ni nada va a devolveros privilegios absurdos de una sociedad (dicen) nacida para morir de consumo. PORQUE nada ni nadie puede robaros vuestro desnudo. Porque ser feliz no se piensa: no se planifica: no se estudia: no se construye: Se es. Y se es feliz como arma contra todo lo superfluo. Ser feliz... ser feliz... ser feliz... para que, cuando nos vean los infelices, los deshonestos, los envidiosos, los crueles, los vivos-muertos-y-consumidos, no les quede más remedio que sucumbir, presentar la rendición, extinguir sus linajes y dejar que vuelva a sonar la única canción posible en el viaje de una vida breve / leve... Como los besos, feliz viaje:
**Pintura de una señorita "con acuarela en las venas": Anna Dart
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